domingo, 9 de mayo de 2010

Adelaida


En un baúl muy bien guardada, reposaba lo que fuera antes su cuerpo, mi abuela encantada.
Recordaba al verla, su voz, sus regaños, sus dolores y sus sonrisas. Inmóvil no hablaba, teniendo aún sus labios; y sin sonreír, tal vez por los dolores que ya no estaban, pero se fueron con las sonrisas. Extrañaba esa alegría después del enfado.

Su vida fue, un paso en este mundo, detrás de otros pasos, la vida de cada quién forma parte de un cuento, que se cuenta en mil memorias. Pero su cuerpo cambiando y sin aliento ya no me cuenta nada.
Estuvo muerta muchas veces, pues vi en muchas oportunidades como en esa cama no hacía nada. Sus ojos fijos en el vacío y su corazón lentamente bailando en un ritmo incronometrado.

La vi muchas veces resucitando, vi el espíritu de sus hijos, que habían muerto y que han regresado.

Sin embargo la vida y la muerte se la pasan andando, y es que la vida es querer y la muerte es no querer.

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